A veces me pongo a pensar cuántas personas estarán tristes detrás de esa gran sonrisa.
Y siempre son muchas.
No estoy diciendo que todos los que sonríen están mintiendo.
Pero hay veces en que sonreímos y ni siquiera nos damos cuenta de qué está pasando en el interior.
Hay personas que prefieren mil veces fingir una sonrisa a contar por qué están tristes.
Estoy dentro de ese número de personas.
Y siempre es bueno abrazar a quién está triste.
Un abrazo arregla un corazón roto,
un problema familiar,
una dificultad en la escuela.
Los abrazos son mágicos.
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